Sin más dilación hay que tomar decisiones logísticas. Incluso quizás ya sea tarde. La Cumbre del clima de Nueva York, los informes que se están publicando simultáneamente y la realidad que nos rodea, plena de picos escarpados y profundos valles en las temperaturas y precipitaciones, no ofrecen ninguna duda, sr. Trump. Hay que hacer algo y hacerlo ya. La logística pude ser una magnífica herramienta.
La disciplina que compartimos va, por su propio espíritu y por el acompañamiento de la tecnología, dos o tres pasos por delante –puede que más- de decisiones políticas y reglamentaciones. De objetivos 2050, reglamentaciones municipales y uso de combustibles limpios. Tal y como se comporta en velocidad y eficacia, sólo las limitaciones físicas la separan de la quintaesencia logística en transporte y entrega, el teletransporte, que queda por ahora en territorio de la ciencia ficción.
Volviendo a lo posible, por mucho que pudiéramos volver a la Luna, o ir a Marte por primera vez, su coste y los recursos necesarios, sustraídos de otros más terrenales y urgentes, no lo justifican. Con la logística ocurre otro tanto.
Se la ha reclamado más y más, sobre todo, pero no solo, desde el comercio electrónico y sus “hiperexigencias”: velocidad, exactitud, frecuencia, coste cero, devoluciones… Ha respondido. Y de qué manera. Desde la gestión informática del almacén al manejo de mercancías; de la gestión de rutas y transportes de largo recorrido hasta la última milla; o desde el flujo de contenedores al servicio puntual a retail o farma.
Pero si se puede lo más, se puede lo menos, y en todo caso si el entorno no es sostenible, se pone de manifiesto la necesidad de un cambio de rumbo: una toma de decisiones logísticas con urgencia.
La logística debería de estar, ponerse e imponerse, como servicio al servicio de lo más urgente: la preservación del medio ambiente. Y si es capaz de gestionar con velocidad y exactitud pedidos frecuentes, que se haga no porque “lo puedo pagar y lo quiero ya” –donde la necesidad no está en la ecuación- sino para evitar desperdicios y derroche de embalajes que llenan océanos. Y si es capaz de gestionar y mover super portacontenedores con millones de pedidos, que se haga para que esos transportes lo sean en menor número. O si es capaz de crear flujos logísticos inversos, que lo sea para reutilizar, reciclar… y así sucesivamente.
La necesidad y no el consumo, o la oferta por encima de la demanda, debe ser la clave de la bóveda logística a partir de ahora.
El planeta Tierra, nuestra casa común, no es un mundo mágico y eterno que todo lo aguanta. Es ahora o ahora. La logística puede ser un potente aliado en este reto global.
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