Desde el área de Logística de C de Comunicación hemos madrugado —y esta vez de verdad— para visitar la operativa de Mercamadrid en el marco del 47º Congreso del Centro Español de Logística (CEL). Porque si para un horario de oficina madrugar es llegar a las ocho, aquí el día ya va por la mitad a esa hora. A las cinco y media los muelles hierven, las transpaletas eléctricas recorren los pasillos y los compradores negocian precios antes de que amanezca.
El recorrido, guiado por Gonzalo Reguera, director de infraestructuras e innovación de Mercamadrid, permitió conocer desde dentro cómo funciona esta auténtica “ciudad dentro de la ciudad”, una infraestructura que no se detiene nunca.
Con más de 800 empresas, 9.000 empleos directos y 20.000 vehículos diarios, Mercamadrid mueve al año más de 3,6 millones de toneladas de alimentos frescos, abasteciendo a más de 12 millones de consumidores. En sus 222 hectáreas, la convivencia entre mercados, almacenes, cámaras frigoríficas y servicios logísticos se organiza con precisión milimétrica.
Fundado en 1982 con el traslado del mercado de frutas, Mercamadrid suma hoy los mercados centrales de pescados y carnes, además de un área de servicios que agrupa desde cámaras de frío hasta empresas de logística, transporte o mantenimiento. “Somos una empresa pública que ofrece servicios y espacio a las empresas que operan dentro del recinto”, explica Reguera.
La empresa ha pasado a ser 100% pública tras la compra del pequeño porcentaje que aún pertenecía a empresas privadas, participada ahora por el Ayuntamiento de Madrid y Mercasa. Este paso elimina el límite de concesión que vencía en 2032 y garantiza la continuidad del recinto para nuevas inversiones y proyectos de modernización.
En el Mercado de Pescados, el segundo del mundo por volumen —solo por detrás de Toyosu (Tokio)— y el primero del mundo en variedad, el frío y la eficiencia son una cuestión de ingeniería. Las cubiertas, que antaño acumulaban calor, fueron renovadas con una solución pasiva-evaporativa que combina pintura reflectante, ventilación natural y torres de refrigeración. “Con este sistema conseguimos bajar entre 10 y 15 grados la temperatura interior, con un consumo mínimo”, apunta Reguera. Mientras lo cuenta, los compradores recorren los pasillos húmedos y los operarios despachan cajas de hielo sin detener el ritmo. Aquí también se da uno de los gestos más característicos del recinto: la negociación presencial e individual. En plena madrugada, la compraventa se negocia cara a cara, con precios que fluctúan en cuestión de minutos según la oferta, la demanda o incluso la frescura percibida del producto.
En las naves de frutas, la actividad tiene otro pulso, aunque el espíritu es el mismo. Los precios cambian por horas, la venta se hace directamente en los pasillos y el regateo vuelve a marcar la tradición comercial que da vida al mercado. Los puestos han evolucionado hacia salas de maduración y cámaras de refrigeración para controlar el punto óptimo de productos como el mango o el aguacate. “El precio a las cuatro de la mañana no es el mismo que a las ocho”, nos comentan.
Los pasillos de las naves de frutas son un retrato vivo de la globalización alimentaria. Entre palés de naranjas, cajas de uvas y palés de piñas o aguacates, los mayoristas describen un sistema logístico tan complejo como dinámico. La demanda de consumo durante todo el año obliga a trabajar con campañas cruzadas entre hemisferios y a mantener una cadena de suministro constante que depende de la coordinación entre origen, transporte y distribución.
Un responsable de un puesto de fruta explica que la desestacionalización ha cambiado las reglas del mercado: “La cereza o la uva ya no tienen temporada, porque siempre hay un hemisferio produciendo”. Pero detrás de esa continuidad hay un reto logístico mayúsculo. Buena parte del producto llega por mar desde Sudamérica o África y, según reconocen los propios operadores, los puertos españoles —especialmente Algeciras— sufren picos de saturación que pueden retrasar descargas durante días. “Un barco parado tres días cuesta tanto como el valor de la carga”, comenta.
Para evitar esos cuellos de botella, muchas empresas están ensayando rutas alternativas, combinando transporte marítimo con intermodalidad por carretera a través de Francia o Portugal, o recurriendo a puertos de menor congestión como Valencia o Lisboa. Los productos más delicados, como el mango o la piña, a menudo llegan por vía aérea, una opción más cara pero capaz de garantizar la madurez y frescura del producto. En el propio mercado, los mayoristas completan el proceso con cámaras de maduración controladas por etileno, ajustando temperatura y tiempo para que la fruta alcance el punto exacto de consumo.
El resultado es una red de abastecimiento que combina flexibilidad logística y conocimiento técnico, donde cada hora y cada grado marcan la diferencia entre el beneficio y la pérdida. En un mismo pasillo pueden cruzarse palés recién llegados de Perú o Costa Rica con frutas nacionales recolectadas la víspera. Todo se mezcla en una coreografía de camiones, transpaletas y compradores, bajo una lógica que parece caótica, pero que sostiene la frescura de media España.
Más allá de la actividad frenética de los mercados, Mercamadrid afronta ahora desafíos que combinan logística urbana, energía y sostenibilidad. La optimización de la última milla se ha convertido en un objetivo prioritario: reducir los trayectos de furgonetas a medio cargar y promover modelos de reparto consolidado y eléctrico para disminuir el tráfico y las emisiones. En paralelo, la empresa avanza hacia un modelo energético más autónomo, reforzando sus planes de contingencia eléctrica y desplegando sistemas de autoconsumo compartido con cubiertas fotovoltaicas y almacenamiento inteligente.
La digitalización también forma parte del cambio, con herramientas de inteligencia artificial y analítica de vídeo para monitorizar flujos, optimizar operaciones y reforzar la seguridad. Y junto a la tecnología, la formación: más de 2.000 profesionales se capacitan cada año en oficios vinculados al sector alimentario, una base humana que sostiene el funcionamiento de esta gran red.
Con su conversión en empresa 100 % pública y la modificación urbanística que permitirá crecer y diversificar usos, Mercamadrid inicia una etapa orientada a la eficiencia y la cooperación con las empresas que la integran.
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