Categorías: Opinión

El conejito de las pilas y la Reina de Alicia o el respeto al auditorio

Les voy a contar un cuento en el que hay un conejito y una reina. Leía no hace mucho un comentario editorial, en un periódico digital, que reclamaba respeto al telespectador. El motivo, el continuo cambio de horario de algunos programas y lo dilatado de otros respecto a lo anunciado en la parrilla televisiva. Parece elemental, pero no debe ser tan obvio cuando se conculca una y otra vez el respeto al auditorio (en el caso de la tele, audiencia) y se olvida el reloj. Ni tic, ni tac. En los eventos sucede lo mismo.

Me asaltó el recuerdo de ese editorial cuando asistía, hace escasas fechas, a una de las múltiples citas profesionales que llenan el calendario logístico. En ese evento, todo lo que podía salir mal, respecto al horario, salió peor. Y a los organizadores les faltó cintura para regatear –ahora que estamos ahítos de fútbol- unos imponderables que se convirtieron rápidamente en una losa inmanejable.

Resultado: asistentes que se ausentan a media ponencia; caras largas; falta de preguntas en los supuestos coloquios; miradas continuas al reloj y al móvil; prisas de los organizadores; atropello en sus intervenciones de los conferenciantes; aburrimiento… Lo dicho: todo lo que podía salir mal, salió mal y de paso –o como consecuencia- afeó sobremanera el desarrollo de esa jornada profesional.

Tras años de asistente a este tipo de convocatorias y no menos de organizarlas, tengo muy claro que no hay casi nada que no pueda preverse, que el reloj manda –manu militari- y que el respeto al auditorio y a los asistentes puntuales a la cita, es irrenunciable.

Por eso, con la experiencia de ambos lados, me permito dar unos consejos a los organizadores que agradecerán, y mucho, los asistentes:
– Una jornada, del tipo que sea, con muchas intervenciones, no significa que sea mejor que otra con menos. Me atrevería a decir que lo contrario.
– Comience puntual. Si acaso, conceda 5 minutos de la mal llamada cortesía. Lo cortés es el respeto a los que han llegado puntuales y a su reloj. Ningún otro merece la espera, por más categoría social o profesional que tenga. A quien madruga…
– Las grandes ciudades a primera hora de la mañana de un día laborable, son una trampa de tráfico. Es lo que hay. Sólo hay que tenerlo en cuenta.
– Prevea, igualmente, que la atención baja de forma radical al cabo de dos horas. Es el momento de las pausas, cambios de ritmo y de formato para renovar esa atención. Por ejemplo, de ponencia a mesa redonda.
– Sea realista en los tiempos. Mida bien. Y si el conferenciante dice que su intervención durará 15 minutos, por ejemplo, cuente con que serán al menos 25.
– Y si le ha concedido 25´, a los 26´ exíjale –cortés, pero con autoridad- que concluya. Por respeto al auditorio y al resto de ponentes.
– Si ha previsto una pausa, un café, un aperitivo, que sea a una hora conveniente. La gente es educada, pero se queda con que el café fue a la hora del vermú y el cóctel a la de la merienda, si es que no se ha ido antes.
– Y, sobre todo, huya mientras pueda de poner un político en su “mesa”. Y si lo hace –ojo, Cuadernos de Logística lo hace en alguno de sus grandes eventos- invítele a cerrar el acto, no a abrirlo. Se ahorrará múltiples quebraderos de cabeza. Además –intento ser moderado pero no sé si me saldrá- los políticos rara vez aportan algo a las citas profesionales.

Con todo esto, les aseguro que se puede conseguir cumplir con el horario. Nosotros lo hacemos. Los asistentes lo reconocen y ponderan. Para eso están las agendas de los eventos, los relojes y los asistentes: para respetarlos. Es lo mínimo que el organizador puede hacer por el auditorio, ya que asiste a esa convocatoria.

Y no me vale lo del carácter latino, con el tópico de la falta de puntualidad, ni el tráfico (ya lo he dicho), ni mucho menos esa educación mal interpretada, que impide cortar a un ponente que se ha pasado tres pueblos de su tiempo con una ponencia que dura, dura y dura, como las pilas ¡Que le corten la cabeza! como diría la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas.

Y ahora, contesten a esta pregunta –o manden un comentario, a favor o en contra- y digan qué prefieren ¿Una cita profesional donde se respete el horario escrupulosamente, u otra en la que no?

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