Categorías: Opinión

El milagro de los bultos y los tiempos

La logística lleva un tiempo en busca de su identidad. Intenta reconocerse a sí misma para ser reconocible por todos. Por ahora, solo ha conseguido ser visible cuando, excepcionalmente, no funciona. Quizás porque nadie se ha parado a explicar lo que es obvio para los logísticos. Y desconocido para el resto. La ecuación de los bultos y los tiempos.

Aquí va un ejemplo (los datos son reales). Fecha, la pasada semana. Sujeto, el que suscribe. Objeto, disponer de algunos elementos necesarios para nuestro plató/stand, que ustedes mismos podrán ver mañana en Logisitcs Madrid (Ifema, 7 y 8 de noviembre). El encargo se realiza por vía electrónica el día D a una empresa extranjera, que cumple con su compromiso y lo concluye el día D+2. A partir de ahí, se pone en marcha la maquinaria logística (acuerdos, avisos, horarios de recogida, embalajes, etc.).

Recibo un primer aviso de entrega al día siguiente en mi smartphone. Ese día, D+2, los bultos (aproximadamente 0,5 m3 y unos 300 gramos de peso, de los que la mayor parte es aire) viajan por la tarde –ya en manos del operador logístico- unos 250 kilómetros por carretera, hasta llegar a un aeropuerto con terminal de carga. Allí son embarcados en un avión carguero que, en la primera hora de la madrugada (D+3) vuela a otro aeropuerto de Europa, distante unos 1.200 kilómetros.

Aún es la madrugada del día D+3 cuando aterriza. Poco después, la carga despega de nuevo y vuela ahora desde esa escala aérea hacia Madrid. Llegará a primera hora de la mañana al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, tras recorrer en este trayecto unos 1.600 km. Es entonces cuando recibo un segundo aviso en mi teléfono que incluye compromiso de entrega, número de la operación y relación concreta de los trayectos con horarios y modos de transporte. Me servirán luego para escribir esta crónica.

Por último, antes de las 12h del día D+3 desde mi encargo (D+1 desde que los bultos se pusieron en marcha), recibo los paquetes, en perfecto estado, en mi oficina, distante algo menos de 9 kilómetros desde el aeropuerto.

3.600 kilómetros, 18 horas y dos bultos

Es decir, mis dos bultos recorrieron unos 3.600 kilómetros en menos de 18 horas, desde que salieron de manos de mi proveedor, hasta que llegaron a mi oficina. Hicieron buena la intermodalidad, al utilizar camión y/o furgoneta, por dos veces, y avión también en dos trayectos. Y fueron manipulados no menos de cuatro veces.

El coste real de este servicio puerta a puerta, lo desconozco. El precio que he abonado por él tampoco puedo saberlo. Está diluido (o incluido) en el precio de adquisición de mi encargo. Pero puedo añadir que el precio abonado por mercancía (frágil) y transporte no ha llegado a los 50 €.

Quizás el problema de la escasa consideración de la logística contra el que lucha el sector desde hace tiempo, empiece por cosas sencillas. Como el conocimiento pormenorizado que el operador logístico me ha dado de toda la operación. Que no es común. Mientras sí lo es la dilución del precio logístico, que no permite valorar el trabajo, ni comparar el esfuerzo.

Ya se sabe, lo que no se sabe cuánto cuesta, aparenta ser gratis y, por ello, sin valor. Lo que sí podemos saber es que operaciones como esta (miles, cientos de miles cada día) casi parecen un milagro. Material, probablemente. Económico, seguro.

Me gustaría conocer su opinión a través de un comentario. Gracias

Ver comentarios

  • Lamentablemente el cliente cada vez conoce menos el trabajo que lleva "mover los bultos". La tendencia es la de conocer el precio por el servicio y basta. Craso error que se lo debemos a los cargadores que omiten a toda la cadena de suministro desde el inicio.

    Ya sabemos que las expediciones han de pasar por muchas manos: fabricante, operador logístico, transportista, repartidor. Todos tienen un protagonismo en cada expedición y su trazabilidad. El caso es que entre esos actores la comunicación no existe, solo se responsabilizan de la parte que les corresponde y muchas veces con malas caras entre ellos. Y sí, al final la conclusión es que para atraer al cliente se tiran los precios del porte, por lo que el trabajo sale adelante pero con escasa calidad. Se pierde el concepto de valor de cada elemento de esa cadena de suministro.

    No hemos sabido rentabilizar el trabajo, no hemos puesto límites a las "rebajas" y luego nos quejamos amargamente de las reclamaciones por demoras en las entregas, las incidencias de todo tipo, roturas, pérdidas... Para que el cliente valore nuestro esfuerzo primeramente se ha de pagar acorde con lo que vale nuestro trabajo.

    Cada vez hay menos chóferes y transportistas autónomos en la profesión porque, básicamente, no es rentable. Y para suplir a dichos transportistas se tira del mercado de conductores deslocalizados o se originan empresas buzón (que son meros intermediarios) para raspar algo de ganancia a costa del escalón más debil, que no es otro que el del transportista. Si esto no se comprende al final no seremos capaces de transmitir profesionalidad y seriedad, buen trabajo y calidad al cliente que solo buscará precio. De ahí que no se valore la logística y sea esta invisible a ojos de la propia sociedad.

    PD. En el blog de nuestra emisora tenemos un artículo referente al Logisitcs Madrid (evento en el que también estuvimos presentes) muy clarificador, donde tocamos este tema.

    Saludos y buena ruta!

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