Tuve que leerlo varias veces antes de escribirlo el pasado jueves. Por más que me lo sepa “de memorieta”. En 2024, aquí, en España, se van a celebrar ocho ferias logísticas. Seis de ellas exclusivamente logísticas. Todas de ámbito nacional (o internacional), salvo una. Y cuatro exactamente ¡en un mes! del 7 de mayo al 7 de junio.
Me encantan las ferias logísticas. Mi sector. Ves y eres visto. Te enteras de cosas. Quizás de novedades (de estas cada vez menos, eso sí). Te oxigenas del despacho, la oficina o el quehacer habitual. Charlas, compartes. Y aprendes en la múltiple oferta congresual que nunca falta.
Las ferias logísticas o salones profesionales son eso. Antes eran negocio. Ahora escaparate y contacto cercano. Cada una (o dos) pertenece a una compañía privada. Algunas también a las gestoras de los recintos feriales. O a organizaciones empresariales. Cada cual puede ofertar lo que le parezca ¡faltaría más!
¿Pero no les parece que ha llegado la hora de poner puertas al campo? ¿De racionalizar este maremágnum?
Ni se aclaran los potenciales expositores, ni mucho menos los potenciales visitantes ¿Dónde exponer? ¿Dónde ir?
La oferta está tan dispersa que pierde interés. El palo mayor (hoy la oferta paralela de contenidos) sostiene al buque, pero hace agua por la quilla.
Y además –ya lo he dicho- el modelo ferial profesional necesita algo más que un lavado de cara o retoques puntuales. No solo en logística. Requiere un cambio estructural. Profundo. Que mire al hoy y al mañana.
Claro que… ¿Quién se atrever a innovar, a cambiar o a poner otro huevo más en la misma cesta?
Reflexionen, que a mí me queda poco.
Ricardo J. Hernández
