Es el momento de pedir. Pero la logística pide poco. Es el momento –quizás ya un poco tarde- de llamar a la puerta de los grandes partidos, los que se juegan el Gobierno y fijar reivindicaciones. Incluso deberían haberse incorporado a los Programas Electorales con mayor intensidad y, desde luego, concreción.
Entre los dos programas de PSOE y PP (272 y 112 páginas respectivamente), la logística aparece mencionada cinco veces, cuatro en las promesas programáticas del PSOE y una en las del PP. Cuatro, subordinadas al transporte. Una, referida a la Base Logística del Ejército que el PSOE se compromete a construir en Córdoba, un proyecto ya aprobado. Está claro que la logística pide poco.
Y esa subordinación al transporte, herramienta imprescindible para la movilidad logística, se explica por la comunicación directa y permanente que el transporte de mercancías y, especialmente el modo carretera, tiene con la Administración Pública. Pero también por su iniciativa pedigüeña permanente. Loable y necesaria. La logística adolece de ella. Un motivo más para entender su proverbial transparencia. Seguramente por eso, la logística pide poco.
Y ¿quién debe hacerlo? Los mismos que ya lo hacen en el “vecino” transporte. Los colectivos. Empresariales en general o gremiales en particular. Pero, si la respuesta inicial a esta pregunta es la dificultad para aunar voluntades en un sector tan ancho y en apariencia disperso, quizás haya que empezar por el principio.
Ese principio puede ser la unión de las uniones. Una suerte de federación o confederación de asociaciones o grupos que representen a las diferentes actividades logísticas y que consiga aflorar el espíritu que presidió la extinta Estrategia Logística, de breve “reinado”.
Ahora es tan buen momento como otros para refundar esa “entente cordiale”. Amplia, numerosa. Representativa. Fuerte. La logística pide poco. O nada. Contra el vicio de no pedir, la virtud de sumar.
Ricardo J. Hernández