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Una compañía fiel pero desdichada

Por Ricardo J. Hernández

Se puede ser fiel pero desdichada. Me refiero a las empresas. Y en este caso a las de logística. Aunque vale para todas. La abundancia lleva a un peligroso error: tomar el camino equivocado, que las arroja al despeñadero. Por exceso de información. Confundir cantidad con el todo. Y eso puede abocar a un mutis comercial absolutamente involuntario. Léase: se acabó. ¡Bum!    

Vivimos tiempos de inflación de información. Cuantitativa. La calidad, si acaso, merma. Y nos vemos con frecuencia reflejados en unos ojos que en realidad son los de una máscara. Así, las compañías creen que igual que ven ese exceso de información en competidores, colaboradores o adláteres, a ellas las sucede igual. Y es un error.

La cantidad, ni asegura la calidad, ni presume verdadero contenido. A veces es sólo “ruido mediático”. Sin valor. Ni diferencia. Mucho no es suficiente. Además, hay un abismo entre estar y ser.

La logística ha conseguido acercarse a los tan necesarios conocimiento y transparencia al usuario, con un aliado tan terrible como útil: la pandemia de la COVID-19. Pero esos valores, ahora añadidos, también hay que cultivarlos para que sigan dando frutos. Por sí solos no aseguran el prestigio sectorial, aunque es el camino más recto y natural.

Aún más, amén de esas conquistas gremiales y su mantenimiento, cada compañía tiene deberes propios. Hay que estar en el mercado. Y no me refiero solo a la fuerza comercial. Hay que tener visibilidad, imagen de marca, difundir contenidos, incluso opinión (porque es única). Participar en eventos sectoriales, representar a la empresa y sus valores, formar parte de colectivos. En suma, tener luz y taquígrafos. Y voz, para tener “voto”, para formar parte de…

Por eso, me parecen inconcebibles las estrategias de las compañías “avestruz”, que esconden la cabeza por ¿miedo? a la exposición sectorial o mediática o cualquier otra excusa. Y no hacen nada por “estar”, pensando como en el comportamiento del ave zancuda: si lo ignoro, no sucede nada a mí alrededor.

Ni siquiera la frecuente inexistencia de un departamento de comunicación y/o marketing, justifican esa actitud “negacionista”. Como tampoco la económica. El coste de esa visibilidad se mide en muchas ocasiones en tiempo, que si bien es un bien escaso, es más fácil de gestionar que el presupuestario.

Y luego nos sorprendemos de que desaparezcan compañías con buena oferta de productos o servicios: no estaban ahí y dejaron de ser.

Porque si la compañía no está, quizás no se la espera, porque no se espera a nadie: será –como el lema del cañón de la familia Churchill, búsquenlo- una compañía “fiel pero desdichada”.

¿Qué les parece?    

Ricardo J. Hernández

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