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Base lunar

Que lo lleve un mensajero… a la Luna

Por Ricardo J. Hernández

La frase es de lo más prosaica: “que lo lleve un mensajero”. Pero si se trata de enviar o recibir algo de la Tierra a la Luna –como en el libro de Julio Verne-, la cosa cambia.

En los últimos meses se ha relanzado eso que en los años 60 y 70 del siglo pasado se llamó “carrera espacial”. Pero ahora con diferente foco e interés. En primer lugar, la iniciativa privada ahora tiene mucho que decir. Y no solo los megaricos Elon Musk y Richard Branson. Otras muchas compañías, más pequeñas y menos conocidas están en disposición de aportar conocimientos y tecnología para volver a nuestro satélite.

En segundo lugar, esta vez el viaje no es de ida y vuelta. Es para colonizar. Establecer bases lunares permanentes que sirvan –entre otras cosas- de parada intermedia hacia Marte… y quién sabe qué más.

El reto logístico es mayúsculo. Llevar ingentes cantidades de materiales y herramientas, suministros y equipo para construir y sobrevivir. Lo primero a base de regolito, materiales no consolidados que descansan sobre las rocas lunares, que actuarían como el árido en el hormigón. Lo segundo extrayendo el agua que hay en la Luna –más de la que se creía, según las últimas investigaciones- y cultivando parte del sustento en invernaderos lunares.

Que lo lleve un mensajero

¿Y todo lo demás o las necesidades que vayan surgiendo? Me preguntaba en voz alta mientras veía un reportaje televisivo sobre este nuevo reto. Quien me acompañaba me dio la respuesta con toda naturalidad: “que lo lleve un mensajero”. Y caí en la cuenta que, probablemente, eso sea posible pronto.

Escribía hace algo más de un año que el coste de poner (llevar) un kilo de materiales al espacio ha bajado del millón de euros, aproximadamente, en 2004, a una horquilla entre 7.000 y 30.000 €, actualmente, gracias a las naves y cohetes recuperables y la mejoras tecnológicas.

Estoy seguro que las grandes corporaciones de mensajería y paquetería ya tienen planes en este sentido. Ya saben lo que dice la teoría de los negocios incipientes: los dos primeros se llevan el 80 por 100.

Así que no sería de extrañar que en unas pocas décadas además de camiones, aviones, furgonetas, bicicletas y otros vehículos de transporte convencional, las compañías de courier (y otras) tengan su flota de naves espaciales y servicios regulares Tierra-Luna-Tierra, para empezar. Claro que habría que cambiar el nombre de esas corporaciones: DHL Aerospace, United Parcel Space, Federal Expace, TIPSA Courier Aeroespace o CTT Express Space… por ejemplo.

Y es que, la tercera razón para volver a la Luna, es para aprovechar los recursos minerales de ese planeta. Que son muchos. Y si eso sucede, habrá negocio. Y ese es el mejor motor para el desarrollo rápido y eficaz de nuevas tecnologías. Aquí y en la Luna.

Sólo será el principio.

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