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El clásico

La noticia del fallecimiento de Adolfo Suárez ha eclipsado otra que amenazaba seriamente con acaparar portadas e informativos, la del enfrentamiento futbolístico en el Santiago Bernabéu. Un nuevo “clásico” del fútbol que repite los tópicos hasta la saciedad: partido del siglo, el más decisivo de los celebrados nunca, el derby más esperado, etc. etc. Una retahíla de argumentos vociferados sin variación una y otra y otra vez. No sé si es falta de imaginación de los comunicadores o que este es el “alimento argumental” que quieren los aficionados. Repito, sin variación.

En nuestro sector hay también un “clásico”. Un recurrente intercambio dialéctico entre los que defienden y los que denostan las ferias profesionales como canal o instrumento comercial. Comienza este mes de abril la “temporada” de ferias logísticas y las hay para todos los gustos, colores, tamaños y objetivos. Modestas, menos modestas, enormes, de bolsillo, nacionales, internacionales, sin apellido, solitarias, acompañadas, jóvenes o maduras.

Desde el 1 de abril hasta el 6 de noviembre, los profesionales del sector logístico pueden ver las últimas ofertas de productos y servicios de las empresas proveedoras y asistir a un sinfín de actos paralelos con diferente formato donde se debatirá sobre la problemática del sector. Zaragoza, París, Hannover, Barcelona, Madrid serán los lugares que acojan a otras tantas ferias.

Y los que a partir de ahora vayan o no a esas citas profesionales, aportarán argumentos en favor y en contra, pero serán los mismos de siempre. Y estaremos, de nuevo, en el intercambio “clásico”: las ferias son caras;  o no, depende del resultado en contactos que se obtenga; con tanta información las ferias ya no aportan nada; el contacto humano que favorecen las ferias es una aportación insustituible; se ven los de siempre; se puede ver a todo el sector.

Como con los adjetivos futboleros para calificar “el clásico”, echo en falta nuevos argumentos para justificar la ausencia o asistencia (por cierto, la ferias se siguen llenado en buena parte de sus convocatorias), aportaciones técnicas y estadísticas serias (de verdad) por parte de los organizadores para que sean creíbles, planes de marketing elaborados por los expositores en torno a su presencia, informes independientes de conveniencia de dónde, cuándo, cuántas y con qué frecuencia convocar una feria profesional, estudios económicos que demuestren el valor de mercado de un espacio ferial (que siempre se antoja muy caro), otros que indaguen en el por qué de la “huida” de grandes empresas de algunas ferias para organizarse la suya propia, y en fin encuestas que pregunten a unos y a otros, más allá de las cuestiones “clásicas” y las respuestas ya conocidas, por sus afinidad o desafecto ferial.

Para eso, seguramente, hacen falta entidades sectoriales independientes (¿asociaciones?), que arbitren esos estudios e informes cuyas conclusiones tendrían sin duda mucho valor. Pero, eso sí, árbitros reconocidos y acertados…no como los del “clásico”.

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