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Una tabla de multiplicar sin soniquete

“Dos por una es dos,…dos por dos, cuatro,…dos por tres, seis…” No se entiende la economía, a los gurús y sus mal llamadas previsiones, que no anunciaron la crisis. No se entiende como economistas, estadísticos, financieros, matemáticos todos, no aciertan en adivinarnos el final, el porvenir, siquiera el más inmediato. Los logísticos lo entienden menos que nadie.

“Tres por una es tres,…tres por dos, seis,…tres por tres, nueve…” No hay que ser muy mayor –o eso me parece a mí- para recordar cómo, hasta no hace mucho tiempo, se aprendía en todos los colegios, religiosos o laicos, la tabla de multiplicar. Un soniquete simpático y machacón a fuerza de repetirlo.

“Cuatro por una es cuatro,…cuatro por dos, ocho…cuatro por tres, doce…” Y la musiquilla servía para fundamentar todas las “mates” que vendrían después, las que nos permiten usar las cuatro reglas, sumar, restar, multiplicar, dividir, y luego todo lo demás. Eso que también se puede hacer sin calculadora. Se lo aseguro.

“Cinco por una es cinco,…cinco por dos, diez,…cinco por tres, quince…” La logística sabe mucho de esto. Le pongamos el apellido que le pongamos, es una ciencia porque se nutre de números, sumas y restas, casi siempre muy elementales, de constantes, de efectos binarios: sí, no; entrega realizada o fallida; stock o rotura; a tiempo o a destiempo. Tan fácil de decir como complicado de interpretar con acierto.

“Seis por una es seis,…seis por dos, doce…seis por tres, dieciocho…” Y por eso, la logística no sabe, no entiende, no comparte, no comprende, que pudiendo contribuir a mejorar flujos de mercancías –verbigratia abaratar, flexibilizar, reducir impacto ambiental, etc.- no se haga no por falta de recursos, sino de decisiones adecuadas.

“Siete por una es siete,…siete por dos, catorce…siete por tres, veintiuno…” Porque no son pocos los que reconocen que todavía hay muchas empresas que funcionan y dan beneficios, que tienen dinero y quieren mejorar sus procesos. Pero también tienen miedo a un futuro incierto y falto de confianza, algo que solo pueden dar los poderes públicos apoyados en acertadas y fiables previsiones.

“Ocho por una es ocho,… ocho por dos, dieciséis…ocho por tres, veinticuatro…” Los que deberían saber, y digo de-be-rían, no saben, yerran, sacan el dedo por la ventana para ver por donde les da el aire y ¡hala! a pronosticar que es gratis, ya la innegable salud de Lehman Brothers cuando algo olía a podrido en Nueva York , ya los brotes que no eran verdes, más bien marrones.

“Nueve por una es nueve,…nueve por dos dieciocho,…nueve por tres, veintisiete…” Todos esos han olvidado hace mucho lo elemental y a la vez útil. Esas reglas que emplea el logístico porque son de sentido común y porque funcionan. El soniquete de la tabla de multiplicar puede parecer anticuado, pero nos sirve para que recordemos que hay cosas elementales que siguen funcionando. Estos, o nunca lo aprendieron o también lo han olvidado. Precisamente cuando más falta nos hace: “Cero por uno, cero”.

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