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Patatas, mallas y precio

Patatas, mallas y precio

Conozco a algunos empresarios relevantes del sector de la distribución y no les he visto colas rojas ni cuernos ni nada por el estilo. Estoy cansado de oír una afirmación que creo que es falsa o, al menos, muy discutible. Me indigna por la falta de conocimiento que implica:
EL AGRICULTOR COBRA 1€ POR SUS PATATAS, EN EL SÚPER LAS VENDEN POR 4€. LUEGO LA DISTRIBUCIÓN MULTIPLICA POR CUATRO SU PRECIO.

El negocio de la distribución de productos de gran consumo es rentable, sí. Saca un 3% de margen de lo que vende. En España este sector es de algo menos de 100.000 millones de euros cada año, así que sus “pérfidos” empresarios se reparten unos 3.000 millones cada año.

Imaginemos un agricultor emprendedor. Se desloma cultivando patatas, pero no gana para alimentar a su mujer y su hija como soñaba. Agarra su viejo camión, ese que contamina y gasta diésel y se lleva su producto a la Plaza Cataluña en Barcelona.

Con las cuatro barras y la tela que ha encontrado en su taller y las cajas de plástico en las que guarda las patatas, monta un puesto de venta. Puede cobrar mucho más por su producto, ¡por fin!

Veamos por qué la Plaza Cataluña no está repleta de puestos.

La ciudad de Barcelona insistirá en cobrar un impuesto al agricultor. Imaginemos que el agricultor tiene éxito, al año siguiente les cobrará más. Un insecto no detectado provoca una intoxicación leve a los clientes. Mi agricultor es muy espabilado y para que no se repita contrata un seguro. Resulta que la gente se para en donde las patatas son más bonitas y antes de salir de su casa selecciona las mejores, ¿el 70% de sus patatas? Este año ha llovido poco y la cosecha no ha sido buena. Pero nuestro agricultor le compra las patatas a su amigo de Murcia y también las lleva a Barcelona. A todo esto, el agricultor compra un puesto que parece la terraza de un bar. Le ha costado una pasta, pero vale la pena, es una sola vez.  

Después del primer año el ayuntamiento de Barcelona se asusta, hay grandes aglomeraciones de tráfico y contaminación. Si prohíbe los puestos la gente que va a la Plaza Cataluña en coche para llenar sus maleteros se le echará encima (las patatas pesan).

¡Pues claro!, inventarán un nuevo servicio, dejará los chaflanes a los agricultores, los chaflanes los puso un tal Cerdá (un urbanista buenísimo, reconocido y famoso), y les propondrá a los agricultores un servicio integral que asignará un espacio distribuido por Barcelona (como en la Edad Media). Además, podrá subir su impuesto. A todo esto, algunas asociaciones de supermercados ya protestan por competencia desleal.

Al agricultor cada día le resulta más difícil levantarse y agarrar su camión. Echa de menos dedicarse a sacar de la tierra las mejores patatas…

El precio es el resultado, no un instrumento

No nos olvidemos que el precio es un resultado, no un instrumento que se pueda modificar sin consecuencias. Si un producto es barato en el campo mucha gente se tiene que unir para subir su precio.

El agricultor no debe opinar del lugar donde se venden las patatas, ni del puesto, ni de los impuestos, ni de la calidad del producto, ni del transporte ni de disponer siempre de patatas, independientemente del impredecible clima… ¿o sí?

Llamémosle patatas a lo que vende el agricultor. No llamemos patatas a lo que compramos en el súper ¿mallas?

Algunos quieren eliminar a los empresarios, o impedir que ganen dinero, pero el precio al que compremos las mallas depende de su éxito.

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