Cuando parece que la pandemia comienza a remitir, esta es la gran pregunta que nos hacemos todos: “Y ahora, ¿qué?”. Para responder a esta pregunta se han realizado sesudos análisis de las circunstancias sanitarias, sociológicas y económicas en que se encuentran los diversos países, regiones y ciudades. Se han manejado diferentes hipótesis y escenarios que permiten alcanzar conclusiones dispares. Todas coinciden, sin embargo, en el gran impacto que esta pandemia ha causado en muchos órdenes de la sociedad. Ha cambiado nuestras prioridades vitales, la manera de relacionarnos, la forma de trabajar, los hábitos de vida y, consecuentemente, los de compra.
Hemos visto atónitos cómo los gobiernos de los países de nuestro entorno reaccionaban de manera muy diversa e incluso contradictoria con resultados muy distintos. Confinamiento sí, confinamiento no. Restricción de los derechos civiles sí, restricción de los derechos civiles no.
La economía ha sufrido un durísimo embate producto del confinamiento generalizado y la interrupción del comercio. Sectores enteros han visto paralizada su actividad durante semanas con resultados fatales para muchas empresas y otros, sin embargo, han vivido un auge extraordinario como el comercio electrónico relacionado con la alimentación, la salud y el cuidado personal.
La logística, como actividad transversal, es un buen termómetro de la salud económica de una comunidad. Hace pocos días, este mismo medio, Cuadernos de Logística, se hacía eco de los últimos datos publicados por UNO, la patronal de la logística y el transporte. Según esta organización, desde el comienzo de la pandemia, 135.000 puestos de trabajo del sector han pasado a situación de ERTE y se han perdido 40.000 empleos. El final del desconfinamiento reactivará la economía y esto tendrá un efecto positivo a corto plazo en la actividad logística, pero los problemas estructurales seguirán sin ser resueltos.
Y ahora ¿qué?
La situación económica y social de España es muy preocupante. Con una deuda pública desbocada, unas políticas económicas de resultados muy inciertos y una sociedad con un grado creciente de crispación, la cosa pinta mal. No es cierto que, como el discurso buenista políticamente correcto nos cuenta, salgamos más fuertes. Salimos de esta con más de 40.000 personas, familiares, amigos, que han fallecido víctimas de la pandemia. Los aplausos bienintencionados no pueden ni deben enmascarar el sufrimiento de muchas familias, de muchas personas que han perdido a sus seres queridos durante estas semanas de lucha. Salimos con un país fracturado y debilitado en el que las instituciones parecen dar la espalda a las necesidades reales de los ciudadanos y siguen enfrascadas en proyectos de ingeniería social, política y económica que se alejan, cada vez más, de los ideales de reconstrucción nacional y reconciliación del régimen del 78.
La respuesta a la pregunta que titula este post, es clara: Ahora y mañana y pasado mañana será lo que los españoles queramos que sea. Si optamos por la división y el enfrentamiento, la estigmatización de la empresa, la persecución a propiedad privada, el uso partidista de las instituciones y la ley, la exclusión del mérito y el esfuerzo como referentes sociales, tendremos muy difícil salir de esta con bien y las consecuencias serán catastróficas en todos los órdenes. Si, por el contrario, optamos por afrontar el bache, mejor dicho, este inmenso socavón en el que nos han precipitado, desde la cohesión, el esfuerzo, el sacrificio y la ilusión por un futuro común en el que todos, desde nuestras respectivas responsabilidades, trabajemos duro por un mañana mejor para nuestros hijos, saldremos adelante y dejaremos atrás esta pesadilla.
El desafío es impresionante y solo una sociedad adulta y consciente de la dificultad del camino que queda por recorrer, sabrá salir adelante. Por nuestros hijos, por su futuro, merece la pena intentarlo.
La situación es mala, tendremos que trabajar duro para salir de ella.
Qué razón tan grande, se desprende de su análisis. Y sí, mucho esfuerzo lo vamos a hacer pensando en el futuro de nuestros hijos. Porque bajo ningún concepto podemos dejarles una herencia como la realidad que estamos viviendo. Difícil reto tenemos por delante.