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Globalización 3.0, ¿un futuro demasiado ambicioso para España?

Por Patricia González

Robótica, inteligencia artificial, sistemas de autoaprendizaje, realidad virtual… Poco a poco, términos que sonaban a un entorno futurista se introducen en nuestras conversaciones cotidianas y, como no, en las estrategias empresariales. Es innegable pensar que el futuro está en la automatización, al menos parcial, de ciertos procesos. Sin embargo, España parece estar a la cola en cuanto a capacidades de adopción de estas nuevas tecnologías se refiere.

Así lo refleja el Club de Exportadores e Inversores, que justifica este poco favorable puesto ante el reducido gasto de España en investigación y desarrollo, en especial el financiado por el sector privado; el escaso número de patentes registradas –entre 3 y 20 veces menor que en Italia, Francia y Alemania-; y las vulnerabilidades del mercado laboral español.

La OCDE considera que más de uno de cada cinco empleos en España tiene un alto riesgo de desaparecer por la automatización (un 22 por 100, ocho puntos más que la media de la OCDE), sólo por detrás de Grecia, Eslovenia y Eslovaquia. Otros países como Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega o Suecia se encuentran en una situación “mucho más favorable que España” para competir gracias a su exposición a la digitalización, las habilidades de sus poblaciones y sistemas eficaces de formación continua.

La “relativamente peor integración de España en las cadenas de valor globales” se debería, entre otros factores, a una “mala ubicación de nuestro país respecto al núcleo central europeo”, que nos aleja del centro del continente tanto a nivel manufacturero como en el ámbito de decisión relativo a los servicios; una deficiente calidad del sistema educativo, que presenta una inadecuación entre habilidades y empleo; una especialización en actividades no siempre adecuadas, con ausencia de investigación y pérdida de capital humano, y una insistencia en el objetivo de control de costes laborales cuando la clave sería “la mejora de la productividad”.

Según Enrique Feás, la revolución de la robótica y la inteligencia artificial va a producir dos efectos. Por un lado, una progresiva tecnificación de la competencia, de modo que las ventajas competitivas en el ámbito industrial van a estar muy ligadas a la tecnología; y por otro, una fuerte exposición del sector servicios a la competencia internacional, especialmente en los sectores financiero, sanitario o de consultoría legal o económica.

A su juicio, el tejido empresarial español tampoco está suficientemente preparado para la revolución de la robótica y la inteligencia artificial. En este sentido, “resulta imprescindible evitar los desincentivos regulatorios al crecimiento empresarial y un refuerzo de la formación del propio empresario”.

Y tú, ¿crees que la digitalización de la supply chain está en la misma línea que los datos ofrecido por el informe?

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